Recurro a la escritura como un heroinómano que necesita chutarse y volar para solventar su ansiedad. Hoy no me reconozco, me he vuelto a defraudar a mi misma. Me traiciono, me cuido, me apoyo y me vuelvo a caer. Es un círculo vicioso que goza de total autonomía respecto al resto del mundo. Hace tiempo ya que decido por mi misma cuando, cómo y por qué. Sin embargo esta racionalidad que me permite no darme constantemente de bruces contra la realidad ha implantado un vacío en mi interior. Mi padre suele describir esta situación como "exilio interior". A mi parecer, mi exilio interior comenzó con su despreocupación y falta de afecto pero conforme han ido pasando los años algo en mi interior ha cambiado. La rabia ha dejado paso a una gratitud un tanto mezquina, aprecio la persona en la que me convirtió sin quererlo. Antes solía esforzarme por contener las lágrimas pero últimamente por más que me estruje el cerebro y el corazón, no consigo soltar lo que tengo dentro. He aprendido a controlarlo demasiado bien, tanto que ya no siento la presión en le pecho, la desesperación ni las ganas de desaparecer. Me limito a respirar más despacio, relajar mis párpados y acumular en mis archivos mentales innumerables sinopsis de lo que está siendo mi vida. A veces creo sentir dolor pero no es más que un espasmo inconsciente que el exceso de psicoanálisis ha convertido en rutina. Entiendo perfectamente de donde vienen y a donde van mis emociones, lo que hace que dejen de serlo. Hasta no hace mucho solía presumir interiormente de estas capacidades. Torturaba a mi consciencia para convertirla en una viga de hierro indestructible. Me autogolpeaba para aprender a sanarme las heridas antes de que las balas atravesaran mi piel. De todo esto aprendí, aprendí de mi misma y a la vez de todos los demás. Ojalá hubiera mantenido la ingenua inocencia del azar en lugar de tratar de desengranar el por qué de todo. Como si conocer el por qué modificara las consecuencias.
Vuelvo al mismo punto, a ser yo sin dejarme serlo. Tengo una lucha dialéctica permanentemente. El corazón gana algunos partidos, pero la guerra está en manos de la mente.
Tengo tan claro quien soy que ya no me veo en el espejo y me reconozco, en su lugar observo una figura amorfa, un cuerpo difuminado por el vapor del agua caliente que es tan susceptible de ser moldeado que ha perdido completamente la firmeza. Las paradojas son mis crucigramas favoritos.
Conozco la teoría de memoria, la fría y pura razón pesa más que cualquier acto altruista. Pero yo estoy hecha de lluvia, de mar y de azúcar. El alquiler de la armadura que llevo puesta ha ido aumentado y cada vez me resulta más complicado cargar con ella y con todos mis temores a la espalda. Soy un imán para los problemas porque, más allá de todo agente exógeno, he desarrollado mi propia fabrica de traumas. Reconocer estas debilidades debería ser motor de cambio, en lugar de motivo de desasosiego. ¿He perdido el tiempo tratando de cambiarme? ¿He conseguido algo más que frustrarme? ¿He vuelto a ser la niña que necesita protección o solo estoy gritando desde dentro esperando que alguien sepa escuchar los quejidos en forma de carcajada?
No hay comentarios:
Publicar un comentario