No todo lo correcto es lo adecuado, tomamos decisiones a diario, algunas trascendentales y otras no.
Decidimos que ponernos cada día al levantarnos de la cama; decidimos cada día que tipo de persona queremos ser. Sin embargo cuando nos toca decidir sobre algo importante nos echamos atrás y damos vueltas a cada idea con tacto y mimo.
Valoramos pros y contras, opiniones ajenas, opiniones propias..
Dejamos que nuestros sentimientos se entrometan en las decisiones y las conviertan en metas que nos ponemos en el camino equivocado. Algunos objetivos van en la parte del cerebro y otros en la del corazón; cuando ambas se mezclan no decidimos con coherencia. Somos más inseguros aún, más dependientes.
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