martes, enero 26, 2016

Dame la vida y toma mi muerte

Es difícil hacer un tributo al dolor. Alabar el miedo en un mundo que nos invita a protegernos de la experiencia. Hace algún tiempo que me he dado cuenta de que necesito sentir que estoy viva. Durante años me he preparado para soportar duelos de todas las clases, pero sobretodo me he preparado para pelear contra mi misma. He conseguido que los tormentos sean circunstanciales, temporales y elegibles. Me he situado en una posición defensiva como status quo y precisamente todas esas barreras hacen que al protegerme de mi misma me aleje de cualquier sentimiento.

Necesito sentir. Dolor, desconcierto, pérdida, locura, humillación. La única forma de ser feliz que he encontrado se basa en la superación de los problemas. Son mi mecanismo de avanzar en la vida, de no estancarme, de arrancar cada mañana con una sonrisa. Sin objetivos todo está blanco, puro, inmaculado y, sobre todo, vacío. La estabilidad me asusta como el agua a los gatos. Si el hombre se alimenta de nuevas experiencias, no puedo permitirme sumirme en la rutina. Arbitrariedad, por favor. Una de cal y una de arena, es lo único que le pido a la vida. Entrenamiento, frustraciones y nuevas metas.

Antes le tenía pavor a los cambios. El más nimio de ellos generaba en mi estómago un nudo, una presión en el pecho y unas ganas inexplicables de llorar. En ese momento deseaba con ansias no ser tan insegura, no sucumbir a mi personalidad, no temerle a lo diferente. Deseaba con todas mis fuerzas ser capaz de controlar la situación. Según dicen debemos tener cuidado con lo que deseamos porque puede hacerse realidad. Así fue. Ahora controlo la situación. Estoy situada en una perspectiva omnisciente de lo que acontece a mi alrededor y nada consigue descuadrarme. En teoría estoy en la situación ideal, en la media entre el vacío y la plenitud. Ni blanco ni negro, ni gris, ni de color rosa. Me he propuesto tantas veces ser fuerte que lo he conseguido. Soy tan fuerte que ya no siento.

Nadie me importa más allá de la funcionalidad que cumplen en mi vida y cualquiera con características similares podría cumplir perfectamente en el puesto vacante. ¿Es real esto? Necesito quedarme sola, desamparada, marginada. Necesito que nadie me quiera para saber si verdaderamente he sabido domesticar mi alma. Sin embargo, mucho me temo que no me alejo en absoluto de la realidad. Soy un ser egoísta y mezquino disfrazado de bondad. No comprendo por qué alguien puede considerar que soy buena persona si todo lo que hago es en beneficio propio. La única diferencia con el resto es que me doy cuenta de ello. Todos somos egoístas y aplicamos las elecciones racionales constantemente. Pero yo lo se, y tengo la obligación de descubrir si puedo cambiar el patrón. Necesito ayuda para descubrir el verdadero altruismo. Solía pensar que el amor era ese posible altruismo pero en mi caso solo cumple una función, suple una necesidad. No es real, otra vez. Y, ¿por qué no los amigos?. Suplen la misma necesidad, afecto y cariño. Me acerco o alejo dependiendo de cómo me siento YO, de lo que necesito YO en ese momento. A veces coincide con lo que necesitan otras personas, que responden con alevosía ante mi presencia sin imaginar que en mi mente -y, por desgracia en mi corazón- solo son números. Son coordenadas que me sirven para ordenar mis lazos sociales. Soy humana porque soy social pero me pregunto hasta qué punto soy realmente humana. Soy superviviente, se que puedo sobrevivir. Eso me hace ser temeraria, me hace querer llegar al límite de mi circunstancia. ¿Salir de la zona de confort? No es suficiente. Necesito explotarme, suicidarme, ponerme en riesgo y salvarme a mi misma. Necesito hundirme en la miseria y renacer con unas alas nuevas. Es la única manera de avanzar. Ojalá siguiera siendo tan débil, ojalá algo pudiera hacerme daño. Ojalá no me quisiera tanto y, a la vez, ojalá me hubiera querido un poco más cuando debí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario