domingo, diciembre 06, 2020

La enésima vez que abusaron de mi

Solo me hacía falta un susto más que sumar a la tortuosa lista de recuerdos insólitos que me atreveré a contar con dos cervezas encima y sin el aplomo que cargo al hombro, de nuevo y otra vez. 

- ¡Inconsciente!, ¡Ridícula!-

Sería mentir con ganas si dijera que no siento vergüenza, pero la realidad es que más bien siento asco. Una repugnancia irremediable por haber sido causante de este repertorio sin fin de sufrimiento auto infligido. Me gustaría decir que me doy pena, pero lo cierto es que me merezco el repugnante sabor a sangre en las entrañas. 

-¿Como he podido acabar en esta situación?, ¿Por qué vuelvo llorando a casa?, ¿Transmito vulnerabilidad?-

Quizá soy justo lo contrario, por eso despierto el deseo de desposeerme de mi voluntad, de romperme hasta hacerme añicos.. 

No es desdeñable la idea de que mi atractivo sea, justo ese, la posibilidad de echar abajo un muro inquebrantable, una belleza solemne, inmaterial, una naturalidad despampanante.

- ¡Engreída!, ¡Altiva!- 

De tener ese poder sobre mi cuerpo, burlarse de mi carácter y escupir sobre mis principios. Y, sin embargo, salí de esa habitación más entera de lo que me gustaría. 

-¿Como es posible que quiera escribirme esto?-

Me duelo. Me languidezco, pero sigo de pie, intacta. Miro hacia atrás con precaución, con inocencia,  sabiendo que no está detrás de mi. No está detrás porque ha estado dentro y ya ha dejado su huella en mi mente. 

-¿Qué canción quiero escuchar?, ¿Donde puedo encontrar confort?.- 

Miro hacia atrás. Sigo caminando sola pero me siento perseguida. Temo que esta sensación no desaparezca al despertarme mañana. Hay una comisaría a distancia a pie y, aún así, no existe la posibilidad en mi mente de acercarme hasta allí. 

-¿Para decir qué?, ¡Mentirosa!-

He sido tan estúpida como para meterme en la boca del lobo y ahora el Estado me tiene que lamer las heridas. Que vergüenza. Sigo girándome, la angustia se refleja en los retrovisores a mi paso, y no puedo evitar convencerme de que esta será la ultima vez. Estoy rezándole a una mentira que por recuerdo se convierte en precuela. 

Soy una mierda. 

-Eres una mierda.-

Da igual el esfuerzo que ponga para engañar al espejo, para fingir que mi autoestima me protege. El trabajo  nefasto que he hecho para proteger a lo poco que queda de él. 

Huelo a una pesadilla. No quiero entrar a casa, no quiero meterme en mi cama. 

No quiero estar en mi cuerpo. 

No quiero escribirme esto. No quiero girarme más, pero sigue detrás. No quiere desaparecer, y sin embargo las palabras desaparecen solas. Me siento repudiada, insegura, derrotada.. y aún así, estoy de pie. 

-¿Soy el problema o el síntoma?

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