Tic-tac
Abres los ojos, rímel en tus mejillas, restos del colorete por las sábanas. Ni un ápice de la hermosa fiera que cabalgaba bajo la luz de la luna las calles de Madrid la noche anterior. Rumbo al baño, pareces estar desorientada, quisiera ver tu expresión al descubrir que no estás en tu loft, dando tumbos acabas frente a un espejo demasiado grande para unas pupilas tan contraídas. Te lavas la cara y vuelves a la cama. Necesitaba tocarte una vez más antes de que volvieras a desaparecer para siempre. Tarde, abres la boca, bebes un vaso y medio de agua y varios minutos después vuelvo a sentir un respirar demasiado pausado para una persona que simplemente duerme.
Bienvenido a mi tormenta diaria me digo preparando café en cantidades desorbitadas. Ya no separo la resaca de la sobriedad. Ya no entiendo de estrellas sino están en el fondo de tu vaso.
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