Después de tanto miedo a lo que pudiera opinar una panda de ineptos que aún no han entendido que la vida se basa en despertarse por la mañana con una sonrisa en la cara. Con ganas de salir a hacer estupideces, a que te critiquen, te juzguen e intenten hundirte. ¿Sabes por qué hacen eso? Nunca lo admitirán pero todas las repugnantes críticas son hechas desde la frialdad de la envidia. Las mías también.
Claro que quiero ser más guapa, más flaca, tener más dinero, sacar mejores notas, salir más , tener un novio perfecto, el armario más poblado de la ciudad y ser la envidia de quinceañeras con sobredosis hormonal bajo la piel. Por supuesto que todos queremos algo más allá de lo que somos. Porque al fin y al cabo, solo queremos ser felices, nos entregamos a una búsqueda perdida del prototipo de persona feliz. Solo tenemos la que nos ofrece la sociedad, y a toda persona que vaya en contra de esta la vamos a tener en el punto de mira. Y, ¿por qué? ¿ porque es más feliz? o , quizá, ¿ porque es lo que nos gustaría ser?
Somos envidiosos de todas aquellas personas que carecen de lo que hoy llamamos “principios“ . Si quieres salir a la calle vistiendo como una Barbie, adelante, pero a mi déjame mi espacio. Mis camisetas cortadas, mis vaqueros quizá demasiado cortos, y mis estropeados zapatos. A mi déjame, que se quien soy.
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