Acariciaste mi mejilla evitando que una triste gota se abalanzara sobre la comisura de mis labios, me abrazaste tan fuerte como para permitirme dejar de sollozar. Tomaste una mano débil e insegura que conseguiste tornar en una garra. Una fuerza inhóspita emergió bajo esos ojos color miel con los que te observo mientras ríes. Despertaste mi personalidad, adormilada bajo los narcóticos efectos de la rutina, abriste mis poros a nuevas sensaciones. Las caricias del viento y la luz del sol desentumecían mis huesos mientras me hacían gritar al mundo lo feliz que era.
y que soy
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