sábado, marzo 31, 2012
No hay mayor ignorancia que la de quien cree saberlo todo
La mala suerte se anticipa como los anuncios en las cadenas basura. Es tan fácil prever que algo va a salir mal como asegurarse de que realmente salga mal. Hablamos, continuamente, gritamos a pleno pulmón, cantamos, escribimos e incluso dictamos nuestros sentimientos las 24 horas del día. Todos quisiéramos ser menos transparentes para aquellos que nos conocen, tener algo de intimidad, ocultar bajo una sonrisa largas noches de llanto o sobre una mueca amarga las ganas de reír. El misterio nos atrae, e intentamos a traer, resultar interesantes , mágicos, diferentes y virtuosos a ojos de quienes aún no saben lo simples que somos en el fondo. Detrás de la pedantería, las formas, los majestuosos modales y la finura más remilgada existe un corazón. Un corazón errante, que late a ritmos desordenados , sin un plan previamente señalizado, algo improvisto. Algo que resulta nuevo bajo tanto orden, escrupulosos días inscritos en la rutina de una oficina fría. Nadie dijo que los súper hombres no se escondieran bajo chaqueta y corbata.
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