Incluso en las peores situaciones seguimos siendo un poco humanos y poco animales. Nuestros instintos nos llevan a enloquecer , a buscar desesperados un cobijo. Una cueva segura, con calor y, con suerte, con una compañía grata. Nuestros instintos nos persiguen, nos hacen adictos a esa sensación de bienestar y son estos mismos los que nos hacen luchar para no perderla. Sin embargo, no somos animales. Somos seres humanos, y si algo nos caracteriza, es que todos estamos solos. Por muy acompañados, mimados, cuidados que estemos, al fin y al cabo nos tenemos a nosotros mismos. Tenemos lo que somos, lo que nos esforzamos, tenemos nuestros miedos, nuestros defectos y nuestras cualidades. No tenemos que buscar a alguien que nos complete, no existe esa necesidad.
Nosotros nos encadenamos, pero en lugar de correas como usaríamos con un perro utilizamos anillos.
Un te quiero no son más que dos palabras que según las dices se desvanecen en el aire. Sin embargo, hasta una palabra tiene más valor que un sentimiento. Los sentimientos son espontáneos, fugaces, están un momento y al siguiente se van. Nadie nos va a querer para siempre, y no nos engañemos, jamás querremos a alguien para siempre. Existe otra felicidad que la de buscar siempre el trocito que “alguien debería completar“. Está la felicidad de vivir completos , de no necesitar, no depender, no estar sumiso a un sentimiento.
Además, ¿qué ocurre cuando creemos que quien nos quiere más nos odia de lo que nos quiere?
De esas relaciones locas, de esos fuegos pasionales que acaban quemando, rasgando, rompiendo todo a su paso. Es difícil saber si es amor o no, pero lo que está claro es que no es respeto. Existen miles de formas de querer, pero muy pocas de amar. El amor hace daño, a veces incluso mata. Te hace confundirte, ver cosas que están bien como si estuvieran mal y viceversa. El amor es el arma más cruel. Es interesado, traicionero, vil, sin compasión pero sobre todo es una cosa, egocéntrico. Así que, después de tanto amor durante un año demasiado largo, me gustaría un poquito de soledad. De esa que al principio duele, que durante meses te hace sangrar pero que al final te vuelve fuerte, te vuelve dispuesto a todo pero sobretodo te vuelve a tu estado humano, carente de instintos asesinos.
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