365 días del año.
12 meses.
48 semanas.
Llámalo como quieras, tiempo en vano.
No se si es mejor el tiempo perdido o el tiempo mal empleado.
Esa sensación de haber dado por una persona más de lo que tenías, de que te devuelvan vacío y frío.
De cambiar y poner tu vida del revés para acabar sola. Tan sola como antes pero con más peso con el que cargar.
Más problemas que superar, más recuerdos que emborrachar, más , más y más.
Ojalá fuera un poco menos de algo. Aunque mirándolo así también es menos, es menos compañía, menos amor, menos caricias...
Parece insensato todo lo que he hecho pero ojalá todos los que lo ven desde fuera lo entendieran como lo entiendo yo. Más que entenderlo, lo sintieran porque yo entender ya no entiendo nada, yo me limito a sentir y allá por donde mi corazón late más rápido allá por donde me dejo llevar. Y me equivoqué. Me deje llevar demasiado lejos, tanto como para eliminar las barreras, para dejarme elevar. Demasiado lejos, porque todas las drogas son adictivas y , a veces el mono puede ser mortal.
Y es así como me acabaré consumiendo, con el mono de una droga que se evaporó justo cuando era de mejor calidad.
Porque nosotros éramos como el vino, mejorábamos con el tiempo. Algo muy difícil de encontrar aunque, por lo visto, fácil de perder.
Te diría que te quiero pero no serviría de nada porque podría gritarlo hasta quedarme sin voz que seguiría con las heridas en carne viva. Podría besarte que solo conseguiría agrandar un dolor que ahora mismo me carcome desde las entrañas y me impulsa a escribir mientras imagino las letras en el teclado. Las lágrimas, para variar, no me dejan ver pero la diferencia es que ahora no hay nada que ver. No hay un te amo, no hay un buenos días princesa. No hay nada más que indiferencia. Preferiría escuchar todos los insultos del mundo que entender que no te importo, pero supongo que es por eso mismo por lo que me duele tanto.
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