jueves, septiembre 19, 2013

Madrid, cada vez más cerca y cada vez más lejos



Comenzar de nuevo a formar una vida da pánico, tengo la sensación de estar huyendo de mi misma.
Mientras más se acerca el día más dudas dan vueltas sobre mi balcón.
Existen certezas acomodadas en mi piel, voy avanzando y dejando muchas necesidades atrás.
El frío no me da tanto miedo como antes. Si me resbalo no espero una mano que me levante, existe aún una ligera esperanza, un ápice de veneno que soy incapaz de sacar de la herida.
Esa gota que normalmente parece inexistente aumenta cada vez que oigo tu nombre.
Supongo que ya he consumido todo el odio que te tenía y ahora solo me queda ir escupiendo miedo.

Sabía que tarde o temprano ocurría esto, te echo de menos.
Suena irónico que eche de menos vivir en una cárcel, pero es inevitable pensar en tus besos y abrazos infinitos.

Dicen que el tiempo cura las heridas, y que , poco a poco, las cicatrices se borran y la piel vuelve a su brillo natural. Supongo que me olvide de limpiar la herida antes de que se cicatrizara y ahora es como una púa que llevo clavada en el pecho.

Diría que me marcaste, pero sería incierto. Yo marqué mi vida con mis decisiones, algunas mejores y otras peores... Si te recuerdo en mis sueños es porque mi subconsciente sigue confundido.

Te quité importancia para dartela de golpe cuando menos te la mereces. Tu ahora no estás pensando en mi, y yo en realidad en ti menos. Esto no es más que un desahogo emocional, uno bastante malo.

No hay dolor que emane de mis venas, no salen letras impregnadas en mi fragancia de tortura mental. No salen frases suculentas. No hay nada de talento en mis palabras, no hay nada de amor en mis recuerdos.

Los capítulos se pasan, los libros se cambian, las historias se terminan pero el lector sigue vivo y cada vez más experimentado. Mientras más lees más te gusta, y ese es mi pecado. Que me gusta demasiado.


No hay comentarios:

Publicar un comentario