Izzy estaba tumbada con los pies apoyados en la cómoda. Miraba hacia el techo esperando a que las soluciones llovieran del cemento de su casa.
Su cabeza daba vueltas, se paraba y volvía a empezar. Nada tenía sentido, nada funcionaba como debería. Esta vez sabía que ya no tenía miedo.
Cuando miras a la soledad a la cara, le sonríes y la invitas a un café las cosas solo pueden mejorar.
Izzy se sentía así, destrozada pero con ganas de ponerse en pie. La única carga que tenía que soportar era la de sus propios actos, una carga justa y con la que podía avanzar sin prisas, pero sin pausa.
Se pone en pie, las ojeras maquillan su cara de felicidad. Tenía ganas de comerse el mundo y empezó por un café cargado de whisky.
Mientras se sentaba en el suelo de la cocina no pudo evitar recordarlo, cada detalle. Esos besos calientes habían marcado un antes y un después en su cuello.
Sentía que había perdido la excitación y que sus hormonas se habían desgastado de tanto usarse. Se sentía vacía , asustada, sola , emocionada, ilusionada y eufórica. Todo a la vez. Tenía una bomba de relojería en lugar de un corazón.
Necesitaba mantener la mente ocupada, dejar de sentir el paso del tiempo y que fuera este el que sintiera el paso firme de Izzy por cada línea del nuevo capítulo de su vida.
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