sábado, febrero 25, 2017


Las relaciones sociales expresan una parte profundamente arraigada en el subconsciente colectivo. La aceptación de determinados medios, prácticas, comportamientos o situaciones no supone una circunstancia aleatoria, es la parte práctica de un conjunto de ideas auto-impuestas. Esta imposición sobre uno mismo llega con la pasividad. Con la ausencia total de resistencia. O rebeldía. 

Veamos pues. Nuestra capacidad para desarrollarnos de forma plena, desde una perspectiva global, esta sustentada en la continua capitalización de  valores. La búsqueda de la perfección física canonizada llega hasta la extenuación, casi como los latigazos dados en penitencia. La proyección de la imagen personal se ha convertido en el objetivo primario, desarrollar el producto óptimo que supla las necesidades de los demandantes. Y,  centralizando en lOS demandantes, bien sabemos que la industria dedicada a la producción de maquillaje siempre agradecerá la sumisión estética de la mujer. Sin embargo, ¿no sería el culmen de la productividad la ampliación del mercado?. No. Porque para eso existe otra rama productiva especializada en el concepto de "masculinidad". Y, es que esta dicotomía, sembrada oposición de términos, ha resultado en dos tipos de habitación en Ikea: la rosa, y la azulita. 

Vivimos en sociedades en las que una foto representa un carnet de identidad con la información detallada de la pre-personalidad, que no es más que prejuicios adaptados, aceptados, alabados y materializados. Es Apple-Designed. El etiquetado de un paquete muestra los componentes detallados, y la plena aceptación de este mantra ha ido guiando la percepción que tenemos de nosotros mismos, dentro de la realidad que -consideramos- nos rodea. ¿Cuánto de importante ha llegado a ser la etiqueta de #casados,?. No es la tristeza derivada de la homogeneidad, sino la alegría del cambio potencial, lo que debería motivar un discurso censurado, contrariado, quizá un discurso hasta introvertido, pero más que nada un discurso subversivo.  Lejos de pretender ser la chispa que prende la mecha, deseo fervientemente convertirme en mecha de explosivo, en mancha en el mantel, en agujero en el colchón. Ser incomoda, ser un gesto antipático ante la positividad del progreso. Deseo que abandonemos de una vez por todas la herencia de la razón, de la matematización, de la acumulación y el dominio. Ser un nuevo género, una nueva especie, ser al fin descategorizada, independiente y dueña de mi propiedad intelectual. Deseo comprender mis ideas hasta sentirlas más que el frío, y practicarlas para generar el calor que quiero irradiar. La deconstrucción no es fácil, es voluntaria. Y es una de las pocas decisiones voluntarias que se pueden tomar bajo el narcótico efecto del conformismo. ¡Qué fácil es afirmar!. No nos duele criticar profundamente, nos podemos enfrascar en discusiones minuciosas sobre la mayor de las menores preocupaciones, sin afrontar la pesadez de la realidad:

Hola, soy estudiante universitario, pero también soy un idealista. No como en el McDonalds.
Cuando me gradúe me desprenderé del institucionalismo  que tanto he criticado en los pasillos de este horrible edificio. Me creo más libre que los demás porque me drogo. Pero jamás diría tal cosa. Mírame, soy antisistema: no compro en Zara, escucho los Chikos del Maíz y critico la cultura POP. Pero no soy capaz de invertir el proceso de entendimiento para proyectarlo hacia mi interior. Desde que venden camisetas con la cara de Karl Marx, me interesa mucho más el poster del Ché que lleva colgando de mi ventada años sin saber bien por qué.


Hola, soy feminista, pero entrar en esta discoteca es gratis. Y creo que no soy el producto. Me maquillo todos los días, por decisión PROPIA E INDEPENDIENTE, si. Me encanta ponerme polvos para taponar mis poros y rímel para cargar a mis pestañas. Pero lo peor, es que realmente me lo creo. Nunca me he planteado si deseo tener hijos, porque biológicamente tendré instinto maternal, como soy más parecida a una cabra que a un cerebro con tetas. Pues también, me lo como. Pero a mi que no digan piropos por la calle, que me enciendo. Y por supuesto, a mi que los antisistema-revolucionarios-esa gente con rastas, no se me acerque. Yo quiero ser abogada y estar forrada. Y es que la lucha por la liberación de la mujer y la lucha por la igualdad social y económica NO TIENEN NADA QUE VER. Bueno, me voy, que tengo hora en la pelu.

Hola, yo estudio física nuclear, pero soy creyente. La Iglesia es el único actor que lucha por los desfavorecidos en ese continente que empieza por A pero se me ha olvidado como seguía. Tengo una pulsera de misionero, y con ella he apadrinado a la prostituta del cura de mi parroquia. Ah no, me he confundido, espera. Era a un niño sirio. Yo soy prácticante, todos los domingos voy con gafas de sol a saludar a los amigotes de mi padre que fuman puros en el banco frente a la iglesia. Como he leído algo del protestantismo, me he tirado a media facultad pero sin condón. Que además, no mola tanto. Pero estoy en contra del aborto, ALL LIVES MATTER. Espera, ¿este era el slogan de esta campaña?, ¿o de la del racismo encubierto?. Bueno, no importa, he quedado para echar un FIFA.

Patita arriba, como un buen yorkshire. Yo sigo apoyando al franquismo. Mi abuela tiene una foto suya en el comedor. Los beneficios económicos de mi familia dependen de mi posición ideológica. Si pienso por mi mismo, se nos vacía la cuenta corriente. Es la ley de la economía sumergida, creo. Quiero patear a rojos, pero ahora que lo pienso no se ni de donde viene ese nombre. Pero algo tendrá que ver con que no apoyan al Real Madrid, y yo como soy el groupie extremo, me ponía en huelga de hambre para que Cristiano vuelva con la modelo rusa esa, que tiene unas tetas... Además, como es el real madrid, también apoyo a la Corona Española. Qué gracias al rey vivimos en democracia, pero yo también apoyo a Franco, no te vayas a confundir. Que yo tengo mis ideas bien claritas.




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