jueves, marzo 09, 2017

Mujeres fuertes e independientes.

A pesar de que ha llovido mucho desde entonces, aún recuerdo las clases de Educación Física en el Instituto  como si fuera ayer. Me atemorizaban las pruebas físicas, suponían una exposición tan gratuita de mi falta de capacidad que me temblaban las rodillas cada vez que pensaba en ello.

En este tipo de pruebas, las chicas, siempre teníamos una marca de aprobado inferior a la de los chicos, se suponía y esperaba menos de nosotras; menos fuerza, menos velocidad, en definitiva, menos capacidad. En ese momento no lo comprendía, me limitaba a aceptar lo beneficioso de aquella situación e intentaba hacerlo lo mejor posible.  A día de hoy ya me he dado cuenta de que ante esa realidad, era inevitable acoplarse a la definición de sexo débil.

Fuera del ámbito escolar, los cauces de socialización entre jóvenes tenían lugar en la calle, en la playa, en los centros comerciales y, alguna que otra noche, en los  luminosos clubes nocturnos situados en el centro de la ciudad. En aquella época, era usual inventar todo tipo de triquiñuelas con tal de retrasar la hora de llegada. Dado que volver sola a casa  nunca fue una opción válida, en mi grupo de amigas tratábamos de cubrirnos las espaldas y dejar los cabos bien atados de cara a nuestros padres. Muchas veces mi amigo Luis me acompañaba a casa. Otras tantas, la ficción de su compañía apaciguó el insomnio de mi madre una vez había pasado la media noche. En muchos casos, la presencia de un hombre aparecía como una necesidad insalvable. Y, de nuevo, la falta de capacidad femenina parecía retroalimentarse, adaptándose a los roles sociales predominantes. Esta dialéctica totalitaria eclosionó en mi mente tras la separación de mis padres, el momento en el que la figura masculino-paterna desapareció por completo de mi entorno, y quedamos mi madre y yo ante el ideal tradicional de familia. No podría negar que estas circunstancias me afectaron durante años en un sentido profundamente negativo, la transgresión de la norma no escrita tenía una penalización psicológica de la que aún sigo desprendiéndome. Sin embargo, esta situación, trajo consigo la posibilidad de cuestionar la  veracidad del discurso convencional que tan arraigado se encuentra en el imaginario colectivo. Me hizo darme cuenta de que éramos mujeres fuertes e independientes, pues mi madre superó con creces la asignatura de la igualdad siendo el núcleo familiar más completo que jamás habría imaginado tener.


Con el paso de los años, las situaciones de las que desprende la superioridad moral y social del hombre se han ido convirtiendo en una constante. No hace demasiado, solía salir los jueves a tomar una copa con mi grupo de amigos. Cuando la noche se despejaba vaticinando un  día claro, nos animábamos a alargar las horas de oscuridad y entrábamos a bailar. Es bien sabido que en multitud de locales, el hecho de ser mujer implica la entrada gratuita. Al entrar y sentarnos en la barra, los comentarios sobre la discriminación positiva y el beneficio de ser mujer o “tener un par de tetas” volaban en la conversación. Aunque pocas veces expresé mi visión de lo que suponía la cosificación de la mujer, en mi cabeza resonaba una alarma advirtiéndome del peligro que suponía ser el producto.  Al fin y al cabo, es esta misma lógica sobre la que se sostiene una cultura social en la que las violaciones, las agresiones sexuales y los feminicidios están a la orden del día. Poco a poco me he dado cuenta de que se trata de una realidad fácil de percibir por medio de experiencias compartidas, pues no son casos aislados ni situaciones extraordinarias. Y , es precisamente por ello , que creo que la igualdad comienza en entorno a cada uno, que implica un cambio de actitud ante diferentes situaciones que en el pasado pudieron considerarse comunes pero en el futuro de nuestras sociedades deben quedar en leyenda. Y ahora soy consciente de que primero tengo que aceptarme, quererme y valorarme, aprender que entre mujeres somos compañeras, no rivales. Si la igualdad es la meta, la independencia es el camino.

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