viernes, enero 29, 2016

VOLVAMOS A SER NÓMADAS

Te despiertas temprano, justo cinco minutos antes de que la alarma del despertador taladre tu tímpano. Café, ducha y preparado para afrontar un nuevo día. Abres la ventana y la brisa te atrapa durante escasos segundos en una sensación de libertad. Bajas al metro, consultas el móvil, cumples con tus relaciones sociales. Haces durante 8 horas una misma actividad. Anulas tu mente para repetir sistemáticamente este prototipo de día durante semanas, meses y años.
Has muerto y aún temes la muerte.

Mi propósito en la vida es reduccionista, al tiempo que generalista. Solo quiero ser feliz, y solo puedo serlo si conozco el mundo. O, por lo menos, si me dejo la vida en intentarlo.
Desconozco si es una pasión intrínseca a la naturaleza humana o si en realidad es otro producto de consumo: Viaja y se feliz. Como tantos otros, compre este coche, esta marcha de champú o la última revista de moda. Quizá viajar también es un producto, pero su inmaterialismo lo reviste de espiritualidad, de experiencia sensorial y de conocimiento. Lee y viaja. Es un mantra, igual de respetable que cualquier otro, pero este es el mío. Quizá es fruto del idealismo de la juventud, pero; inmersa en este idealismo, voy a obligar a mi destino a encauzarse por donde yo lo quiera llevar. Me niego a ser un engranaje más que forma parte de una cadena de valor de productos ideológicos que no me representan y, que al tiempo, son los que me conforman.

Explotar y expandirse. Es el momento de comprometer toda una vida, de "arruinar" la posibilidad de éxito productivo y asegurarme de que no me arrepentiré de ello. De un modo u otro, viajar es mi camino. No tengo preferencias, distinciones ni mucho menos tabúes terrenales. Se perfectamente que la intolerancia lleva al ostracismo. Nos hemos convertido en eso, civilizaciones interdependientes que se marginan las unas a las otras en una carrera consumista por acelerar el crecimiento económico. Siento que es mi obligación abandonar esa organización, ser un alma nómada que pertenece a todos sitios y a ninguno a la vez. Dejarme influir por todas las culturas que pueda, probar diferentes sabores, besar todos los tipos de pieles, bañarme en todos los océanos y mares que me permitan mis huesos y, cuando haya acometido estas tareas, confesaré que he vivido.

Existen impedimentos para acometer nuestros sueños, pero eso solo funciona dentro de una lógica sistémica. Ser realista, ¿qué me impide realizar mi hipótesis? Nada más que condicionamientos sociales, que producen miedos funcionales para la estructura laboral, mercantil y capitalista. Coger una mochila, lo indispensable y mis manos como recursos y la mente en blanco. Sin un rumbo fijo, sin rutas ni horarios ni más responsabilidades que regalar sonrisas. Dejarse enseñar es la tarea más difícil de todas porque nos identificamos con lo que aprendemos, y nos creemos con autoridad moral para enseñar. Nuestra estabilidad está en que tenemos algo que decir. Pero es mentira, solo tenemos algo que escuchar.
Nuestra capacidad es infinita, tenemos todo un folio pero decidimos trazar una circunferencia que cubra la mayor parte de la superficie y así pensamos que está lleno, completo; o peor, completado.

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