“Cuando caminabas hasta la puerta trasera para salir sigilosamente olvidaste cerrar de nuevo tu corazón por lo que pude oír un ahogado grito rogando volver algún día. Desde ese momento comprendí que las cosas no tienen un orden, que no es necesario establecer que pasará , cuándo y dónde. No es necesario tan si quiera hacerse una idea predeterminada de una situación. Piensa de tal modo que todo te sorprenda pero que nadie te pille desprevenida“
Tras recibir esta carta todo se volvió nuboso, las lágrimas se encargaron de borrar, como si con alcohol y estropajo se hiciera, los pocos restos que tenía de miedo e inseguridad. Comenzar a caminar por la barra de equilibrio con los ojos cerrados no era tarea fácil para alguien tan ingenuo como yo. A mi me hacia falta la seguridad de una cama elástica bajo mis pies. Con el tiempo me di cuenta de que es cama no era del todo necesaria, pues “ estaba en el aire“
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