jueves, febrero 16, 2012

Descubrí que se aprende más viendo anochecer que observando una pantalla. No es necesario saber de astrología para entender lo insignificantes que somos en torno a todo lo que nos rodea. Si lo pensamos bien, de hecho, no somos tan si quiera una centésima parte del mundo en el que vivimos. Somos irrelevantes, inútiles, estorbamos, consumimos del poco oxígeno que queda en la atmósfera y ocupamos espacio. 
Somos jóvenes, tenemos más miedos que expectativas, menos conocimiento que entusiasmo y muchas más ganas de vivir que capacidad de entender qué es realmente la vida.
Tanto tu como yo nos creemos importantes, dueños de nuestro futuro y nuestras decisiones. Tejedores de la alfombra roja hacia nuestro éxito; pero, ¿Somos algo de todo esto? ¿Somos necesarios para algo? 
Quizá sí, o quizá no. Lo más probable es que ni la mitad de la mitad de nuestra generación “nini“ alcance su ideal de vida. Presentadoras con más longitud de escote que de curriculum, cantantes mudas y deportistas idealizados son la sopa primordial de la sociedad que está apareciendo.
 Las niñas ya no quieren ser princesas, los cuentos han quedado relegados a la antigüedad, a la ilusión febril de un día de verano. Los picardías y los tacones llenan armarios , promueven exhibir bajo presión.
Si toda esta fachada es aprendida, ¿qué clase de cultura estamos viviendo? 

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