Si te vas a ir, márchate ya. Es urgente, es como un final directo.
Un final cerrado, el director de una película cortante, dañino. Una película de amor con un final titánico.
Todos los barcos se hunden aluna vez, por eso nunca me habría gustado trabajar en la marina. Demasiado trabajo para obtener el sabor del agua del mar, un agua que moja y refresca pero nunca quita la sed.
Un agua que no es sana, que está siempre turbia y abatida.
Este agua, repleta de riqueza, de sus corales , sus maravillosas criaturas y todo su colorido también esconde un peligro infinito.
Tiburones, tiburones disfrazados de delfines. Leones con piel de cordero, buenos mentirosos. Sensaciones vacías.
No hay más ciego que el que no quiere ver. Y ya es mucho peor si no quieres ver , ni oír, ni palpar absolutamente nada que una piel áspera. Aspera, pero caliente.
Fuego es algo que no abunda en las profundidades del océano, de ahí que esta película resulte tan extraña de contar pues más que un océano de agua era un mar de llamaradas.
Y así fue como se acabó consumiendo, demasiado fuego para muy poco que quemar.
Y el fuego sin oxígeno se apaga, el agua sin oxígeno no existe.
A nosotros nos faltaba el oxígeno, era una pena que tuviéramos todo lo demás.
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