Ya no puedo reconocer cuanto me dueles sin intentar convencerme a mí misma de lo fuerte que soy.
Nunca supe que el daño nos hacia supervivientes a nosotros mismos, ahora se que es mejor protegerme de mis propios sentimientos que de los de los demás.
Siempre fui quien soy ahora, y siempre, hasta que yo lo decida, lo seré. Es fácil pedir perdón, pero nunca me pediste permiso para colarte dentro de mis entrañas y sacar lo más asqueroso que el ser humano tiene escondido en una esquina del alma. Me enseñaste lo peor de mi intentando sacar lo mejor, pues en los mejores momentos fuiste mi ángel negro. Me salvaste de la vida para resguardarme en un limbo que construiste a base de castillos de cal y arena. En mi cielo particular los años serían minutos si mi voluntad se resignaba a exiliarse. Y ahora a las 3 y media de la mañana soy capaz de volver a escribir escupiendo rabia y odio contra el teclado. Mis dedos se mueven de nuevo al compás de mis pensamientos. Vuelvo a ser yo conforme me adentro en la oscuridad. Estamos hechos en pecado, somos pecado en vida y en pecado morimos. Somos el rechazo de una orden directa y sencilla, somos la lucha , somos más de lo que pensamos. Somos el singular más plural del mundo. Somos y siempre seremos libres.
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