domingo, octubre 20, 2019

40.25.37. D&C

Hay conexiones que existen para dar sentido al pesar diario que implica afrontarse a uno mismo en un mundo fragmentado y atomizado. Sin unas bases que absorban la incertidumbre del hastío existencial al que nos sometemos al iniciar la infinita carrera de conocerse a uno mismo sería imposible llegar a sentirse a salvo. Esta vez he decidido personalizarme en esta historia porque implicación emocional que deriva de ella no me permite hacer lo contrario. Así pues, me dispongo a relatar la forma en la que el destino trazó un plan perfecto para cosechar un triángulo de admiración sin egoísmo, de admiración sin recelo, de empatía sin falsedad. Una forma de amar que no está representada en el cine, una sublevación contra el miedo a la soledad que desgrana los manuales de autoayuda con una realización material: hay alguien que está siempre ahí. Pues de estos alguienes es, precisamente, de los que vengo a contar.

D

De esta entraña pareja, uno lleva un apellido compuesto, que es la mejor carta de presentación para la dualidad de su persona. Una lucha constante entre dos imanes internos que lo alejan de su centro, expulsándolo contra las paredes de las restricciones sociales, de los patrones culturales, de los intereses estandarizados. Una luz tenue, pero que no parpadea, que no se apaga, que no tiembla. Una carrera de fondo que no termina, que no acaba de empezar. Una idea en su momento primigenio, antes de adoptar un marco, un concepto sin verbalizar, una definición ausente. Una personalidad con una profundidad en la que es imposible no perderse si se quiere abarcar al completo, un jeroglífico desordenado que contiene el mayor tesoro jamás escondido.  Si tuviera que dar una categoría diría que él es una obra maestra en proceso de construcción, un monumento de la talla de la Sagrada Familia, que se observa continuamente para verse crecer cada día más bella, cada día más abierta al mundo, cada día más ella sin saber qué es lo que viene después. Una metamorfosis continuada a ritmo constante, orientada por la predilección de la libertad sobre el miedo. Un puzzle que inventa las instrucciones conforme va reconociendo sus propias piezas, un mapamundi que se reconfigura conforme pasan los años para hacerse cada día más político, más crítico, más vivaz, más atractivo, más real. 

C

El dúo lo completa un torbellino alcalino, una tormenta solar que se ahoga en su lluvia torrencial personal para salir a flote cada vez más fuerte. Digamos que es la viva expresión de la ira que rompió todos los moldes. Se alimenta de pasiones, anidando en los recovecos que se salen del camino, investigando en la dirección contraria, haciendo acopio de un tipo de saber al que pocos sobreviven. Un genio que solo brota cuando sangra, que se obceca con la perfección en una competición consigo mismo. Una fuerza vital que es capaz de cambiarle la vida a otra persona en cuestión de minutos. Diría que es uno de esos libros que nunca te cansas de leer porque descubres en cada página una nueva idea, una revolución paradigmática, espontánea y viva. La heterogeneidad de la curiosidad vital, el éxito personal y la aceptación espiritual. Una poesía hipnótica que inspira a todo el que sabe leerla, que asusta a quienes no se atreven a dejar atrás la normatividad, que da alas a los soñadores, que embelesa a los pecadores y que conmueve a los idealistas. Es imposible quedar indiferente a su presencia, que sacude a los espectadores como una ola que los empapa, arrastrando hacia el océano todo resquicio de incomodidad. Un coctel de carisma y talento condensados en la piel del afecto más humano y más sincero. Un eclipse de esfuerzo y logros multidimensionales, el prototipo de una realidad que aún no ha empezado a existir. 







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