Estaba sentada en mi habitación cuando de pronto, recibí un pensamiento inesperado. Uno de esos momentos en los que te pierdes, disasociandote por unos segundos, y permites que un recuerdo tome las riendas de la realidad. En este caso, era un antiguo amigo. Un compañero de intercambio, que me había servido de bastón para navegar uno de los inviernos más fríos de mi vida. De golpe, tenía su risa clavada en el hipotálamo. Los viajes, las fiestas, las conversaciones profundad. La intimidad. Todo ello volvió a formar parte del presente, como si los años hubieran congelado estas experiencias, solo para mostrármelas en una mañana de noviembre.
Sin saber muy bien como, un sentimiento de profunda extrañeza me invadió, una pregunta sin enunciado que tintineaba en las sienes como una migraña fortuita. Fruto de comparar el nosotros de entonces, con el nosotros de ahora, disparé una catarsis existencial. Recorrí mentalmente tus decisiones en los últimos años, tu renovada orientación laboral, los cambios acontecidos en tu vida, tu ruptura, tu nueva relación, las oposiciones, los exámenes, las horas interminables sentado frente a tus apuntes. A la par, me constate de que yo también tengo una vida nueva, una ciudad nueva, unos amigos nuevos, un mundo laboral antes desconocido. La sensación de incomodidad fue creciendo, dibujando un oscuro y aletargado pasado. En aras de encontrar una respuesta, profundicé en la emoción. Poco a poco, me di cuenta de que la extrañeza era producto de la percepción relativa del yo. En ese momento en el tiempo, éramos iguales, acompasados, coetáneos mental y temporalmente. Cinco años después, solo queda un cadaver erosionado de aquella similitud. Entonces, mi visión de ti construía la percepción de mi propia vida: gustos comunes, tiempo libre compartido, impresiones que han quedado marchitas. Cinco años después, son otros los ojos en los que me observo, me comprendo a partir de las experiencias de otros. Y, sin embargo, no es esto lo que me incomoda. Me pica la curiosidad de las otras vidas que decidí no vivir. Al fin y al cabo, la realización personal está intrínsecamente vinculada a la percepción relativa del yo. Al pensar en ti, no pienso sino en mí. En las decisiones que he ido tomando que me han alejado de aquella igualdad figurada. No es cuestión de inconformismo, sino del simple y llano análisis, más profundo por introspectivo que por brillante.